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Educada para servirle y hacerle de todo. Desde pequeña, su padre y su familia ya le habían enseñado que ella debía obedecer siempre al hombre, sus deseos, complacerlo, soportarlo y tolerar. Nunca callar ni decir nada, siempre tolerar. Aprendió a leer y pocas cosas más, algunos números, lo justo, y sí a cocinar, llevar la casa, no criticar y estar actualizada en todo lo relativo a belleza (ya se habían asegurado de que siempre hiciese trabajos de belleza). Siempre la considerarían así, porque ella nunca desobedecería, ni criticaría, ni llevaría la contraria a los hombres, y siempre sería la más fiel sirvienta de su marido. 

La vendió con 15 años aunque no sé casó hasta los 18 años, él unos 20 más, y ya le aseguró que no sería nunca madre. La tenía siempre en casa, limpiando y cocinando, con los canales que él supervisaba para que ella pudiese ver la televisión, así como cadenas de radio. Le hacía hacer todo lo que quería y más, y ella nunca se quejaba. Incluso la prestaba a amistades para que hiciesen con ella lo que quisiesen algunos fines de semana, y luego la recogía, sin preguntar. A veces iban de viaje, y a veces le presentaba hombres de su trabajo con quién les dejaba una hora aproximadamente, a solas con ellos. Ganaba dinero también con ella, aunque no le daba nada. Sólo le compraba alguna cosa de vez en cuando, cara y de bien gusto, para los viajes. Posaba de modelo siempre con él presente, y era símbolo de esos productos, envidiada por muchos, sin saber su verdadera vida.

Y como ella aprendió a ser así, a vivir así, nunca se quejó, nunca dijo nada, nunca se rebeló. Nunca se expresó, nunca dijo si estaba enfadada o no, porque sólo decía que era feliz, y sonreía siempre. Y nunca pensó en tener hijos, porque a los 19 años ya le habían eliminado la menstruación.

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